martes, 29 de marzo de 2011

Juicio de la razón

Pero el gusto es una sensación, una emoción y un sentimiento, y como tal es inefable, por lo que apenas debería intervenir a la hora de valorar la calidad de una obra de arte. Las obras de arte sí que pueden ser sometidas al juicio de la razón, y nada debería empañarnos la posibilidad de establecer con claridad si una obra de arte es buena o es mala –que son calificativos sacados de la ética, pues, en referencia a lo artístico, también se puede hablar de un deber ser. Hume dice que una obra de arte es de calidad cuando es “adecuada al fin o al propósito para el que está pensada”. Yo digo que una obra de arte es buena cuando es adecuada a la intención del que la hace, e incluso que una obra de arte es mejor que otras cuando su intención es más ambiciosa y entraña una mayor dificultad para el artista. En cualquier caso, este tipo de juicio nunca sería normativo, porque siempre se produce a posteriori (La Voz de Asturias, 19 de enero de 2003).

martes, 22 de marzo de 2011

Sentimiento y razón

A mediados del siglo XVIII, el empirista escocés David Hume resumió en cinco las cualidades que, según él, distinguían a quienes debían establecer las normas del gusto y de la belleza: la posesión de un gusto delicado, la práctica de un arte, la comparación frecuente entre obras diversas, la ausencia de prejuicios personales o ligados a las costumbres de una nación o de una época y la posesión de buen sentido. El filósofo británico sabía perfectamente que el gusto siempre es personal e intransferible, aunque no arbitrario. El gusto no es algo tan relativo como suele decirse: no es puro capricho personal, sino que responde a unas determinaciones externas; constituye una reacción emocional del individuo, pero ante determinados estímulos reales. Es por eso que se puede hablar de buen gusto, un tecnicismo estético introducido por pensadores españoles con el que se intentaba expresar la perfecta concordancia entre el sentimiento y la razón (La Voz de Asturias, 19 de enero de 2003).

martes, 15 de marzo de 2011

Sujetos críticos

No se debe confiar ciegamente en el juicio autorizado de los expertos, porque dejar en manos de otros la estimación de lo estético y lo artístico representa un gran peligro. La mayor parte de los males que aquejan a nuestra sociedad proviene del mal uso que hacemos de nuestra inteligencia, primando la capacidad cognitivo-instrumental sobre la práctico-moral y la estético-expresiva. Nuestra abdicación como sujetos críticos puede llevarnos a momentos como el actual, en el que todos los criterios se confunden y vale lo mismo el juego que el sacrificio. Pero la noción de sujeto humano no estará completa hasta que no se considere también su constitución como sujeto ético y como sujeto estético, todo al mismo tiempo (Estética y Cine, en el libro colectivo Los saberes y el cine, 2010).

martes, 8 de marzo de 2011

Interesado consenso

Afortunadamente, ya no se trata de pontificar y opinar ex cátedra, como en tiempos anteriores, porque el artista ya no depende exclusivamente de la crítica en los periódicos para salir adelante profesionalmente, aunque la otra alternativa de éxito, la que proporciona el mercado, es aún más peligrosa si no va acompañada de un adecuado análisis. En las últimas décadas se ha vivido incluso una progresiva puesta en cuestión de la propia crítica de arte, a la que se considera innecesaria dentro de los nuevos designios conceptuales, de los que no sería sino pura redundancia: el mejor crítico es siempre el propio autor de la obra, cuando no un interesado consenso de museos, galerías, marchantes y coleccionistas (La Voz de Asturias, 19 de enero de 2003).

martes, 1 de marzo de 2011

Hija de la razón ilustrada



La crítica de arte nació como hija de la razón ilustrada, a raíz de la apertura de los salones artísticos, hasta entonces privilegio de nobles y académicos, al público en general. Se podría decir que la crítica de arte es, en esencia, un género periodístico ligado a los valores de la profesión, como los criterios de actualidad y de importancia y la concepción de lo que es noticia. Por supuesto que para llevarlo a cabo de la mejor manera posible se necesitan amplios conocimientos y sólidos fundamentos teóricos, pero en el fondo de lo que se trata es de cumplir los tres principios básicos del periodismo: informar con rigor, formar mediante la transmisión de conocimientos y entretener sin banalidades al público lector, que es a quien debe dirigirse en realidad el crítico de arte, y no tanto a los entendidos o a los artistas (La Voz de Asturias, 19 de enero de 2003).